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....Cabalgué a lomos del Dragón. Y él volvió hacia mí sus enormes ojos color violeta. Y me sonrió.




sábado, 10 de abril de 2010

EL EXTRAÑO PODER DEL SUBCONSCIENTE

Ésta es una entrada de mi diario escrita en el año 2001. La escribí varios días después de que sucediese, intentando ser fiel con la realidad al máximo. Es algo que da que pensar, y yo mismo le he dado montones de vueltas desde entonces. ======================================================== 

01-06-2001 Aquella tarde libre, fui a explorar un castro (yacimiento arqueológico) que hay en el concello de Padrón, en el lugar de Buxán. Era una tarde soleada, aunque algo fresca. Iba solo. Llevaba, como siempre, mi bolso de bandolera, cámara de fotos, hojas cartográficas, bastón de camino, etc. Equipado para monte, vamos. 
Dejé el coche como a medio kilómetro del asentamiento, en una pista forestal. Tenía bastantes ganas de patear monte, pues hacía bastante que no salía, y me empleé a fondo. La croa era bastante visitable, pero en algunos puntos tuve que despejar maleza para poder pasar. Paré a descansar un rato más o menos en el centro de la croa, y luego continué hacia las defensas (murallas), con la idea de rodear el recinto por ellas, si fuese posible. 
Fue posible caminar por lo alto de la muralla un buen trecho, por su parte este, hasta que la maleza, que allí ya eran árboles, me impidió el paso. Tuve que descender por el talud de la muralla, para seguir por el foso y la parte exterior. Di un pequeño resbalón y rodé talud abajo como un par de metros, con bolsa, bastón y todo. No me pasó nada. Me sacudí un poco y seguí caminando. 
Hacia la parte noreste, descubrí lienzos de muralla perfectamente conservados, con aparejo poligonal visible de más de dos metros de alto. Impresionante. Despejé con el bastón todas las silvas que estorbaban e hice un par de fotos, para el archivo. 
Seguí caminado por el exterior del recinto, siguiendo la muralla, hasta llegar al punto por donde entré al recinto, que a todas luces podría ser la entrada original del castro. Me detuve allí otro rato, y como la tarde iba cayendo, emprendí el regreso al coche. 
Entonces, al llegar al coche, lo eché en falta. Mi jersey. Llevaba mi viejo jersey de monte en la bolsa bandolera, pero lo saqué porque abultaba bastante, y lo llevaba pillado con la banda de la propia bolsa. Lo había perdido. No era ni mucho menos una gran prenda: Un jersey de fibra comprado en Cortefiel, Coruña, hacía muchos años, pero le tenía cariño porque lo había llevado en muchas excursiones y salidas. Me dio rabia y volví a buscarlo. Llegué hasta el centro de la croa, al sitio donde había estado descansando, pero allí no estaba. Miré en derredor, intentando calcular... Me llevaría más de una hora recorrer todo el camino de nuevo, para buscarlo. ¿Dónde diablos me habría quedado el jersey? Hice un esfuerzo, intentando recordar. Pero no lo conseguí. Empezaba a hacer frío, y ahora no tenía jersey. Regresé al coche. Empecé a darle vueltas a la cabeza: "Mi jersey... mi querido y viejo jersey". Desde el punto de vista consciente, hasta casi me daba rabia darle tantas vueltas, pues no era más que una vieja prenda ya amortizada. Sólo tenía que comprar un buen jersey, o destinar para monte algún otro a medio uso, y ya está. Pero mi subconsciente seguía dándole vueltas al jersey. Como una rabia interior... Mi jersey... Al final me esforcé en olvidar completamente el asunto, pues no tenía ninguna trascendencia. Y me olvidé del jersey. O al menos eso creía yo. 
Pasaron tres días y no volví a pensar en ello. Al cuarto, me levanté en Santiago para ir al trabajo. En el cuarto de baño me estaba cepillando los dientes mientras pensaba en las cosas que la jornada de trabajo me iba a deparar, y de repente, sin previo aviso... 
Sé que parecerá increíble, pero en un instante mi imagen en el espejo se borró, y fue reemplazada por otra. Ahora sé que puedes tener una cosa delante de los ojos y sin embargo, ver otra. El cepillo de dientes me cayó de la mano. 
Lo que vi en el espejo era mi jersey. Estaba como a dos metros de mí, colgando en la rama de un tojo, entre la maleza. Yo conocía ese sitio. Era el talud donde resbalé. El jersey estaba a medio talud, en un tojo, según se baja a la derecha. Debió de quedar enganchado en el tojo durante el resbalón. 
La imagen en el espejo duró apenas un par de segundos, y de nuevo me vi otra vez, con la boca llena de pasta y el cepillo caído en el lavabo. 
Aquel día en el trabajo estuve nerviosísimo, no daba pie con bola. Al final de la jornada fui corriendo a casa, cogí lo imprescindible y tiré hacia Padrón. Dejé el coche en el mismo sitio, y con los nervios a flor de piel, corrí monte a través hasta el sito que vi en el espejo. Lo hubiera encontrado con los ojos cerrados. 
Allí, desde lo alto del arribón, vi el jersey. Estaba como a dos metros de mí, en la rama del tojo, a medio talud a la derecha, exactamente, repito, exactamente como la imagen del espejo. Bajé por el talud y cogí el jersey. Lo estreché contra mi rostro, temblando, y casi sollozando. ¿Cómo algo así pudo desencadenar semejante respuesta emocional? Creo que lo que más me impresionó fue ver de nuevo el fotograma que apareció en el espejo, allí desde lo alto del talud. Pero yo sabía que iba a ser así. Lo sabía , estaba seguro. Lo alucinante, lo increíble, sería que el jersey no hubiese estado allí. Porque yo lo había visto, a través del espejo. 
En esos tres días había llovido, y el jersey olía a humedad. Pero lo lavé y quedó como si nada. Tengo claro que nunca me desprenderé de él. 
Necesito dar una respuesta racional a los fenómenos. Mi hermano, por ejemplo, explica este fenómeno recurriendo a la teoría de los universos paralelos, según la cual -me dijo- las cosas no suceden en este universo de una manera unívoca, lineal. Esa es la impresión, la interpretación que nuestra consciencia hace de "algo" que hay ahí fuera y que llamamos realidad, a falta de un vocablo más afortunado. No acabo de ver clara esa explicación. Me inclino a pensar lo siguiente: Todo lo que es captado por los sentidos va a parar al cerebro. El cerebro filtra esa información de manera casi instantánea (todo esto es ciencia, no me lo estoy inventando), pues no podría manejar semejante cúmulo de datos sin volverse loco. Guarda lo más importante en un repositorio a medio plazo -minutos o quizá días- que es lo que podemos recordar, y finalmente, si la información no se necesita más, es olvidada, salvo que el evento sea muy importante o traumatizante, en cuyo caso se guarda en la memoria a largo plazo, y dura para siempre. Si el suceso es muy, muy traumatizante, el cerebro hace al revés, lo olvida, pero para protegerse (traumas psíquicos severos). La idea es que toda esa información, por raro que parezca, no se pierde, sino que queda archivada, almacenada en algún punto de la mente. No podemos recordarlo conscientemente, pero el subconsciente tiene acceso ahí. En el caso del jersey, para mi consciente era poco importante, pero para mi subconsciente era importante, y no estaba dispuesto a perderlo. Le llevó tres días repasar toda la información relacionada hasta que dio con la respuesta, y se la lanzó al consciente, justo cuando yo miraba al espejo. Cuando resbalaba por el talud, mis ojos debieron captar, acaso durante una décima de segundo, o menos, cómo el jersey se quedaba en el tojo. Secuencia demasiado breve para que el consciente la captase, pero el subconsciente la encontró. Pero hay algo que no me acaba de cuadrar. La imagen que vi en el espejo era desde lo alto del talud. El jersey ya estaba en el tojo. Cuando pasé por allí la primera vez, mis ojos no pudieron captar esa imagen, pues en aquel instante el jersey estaba aún pillado en la cinta de la bolsa. La imagen del espejo era exactamente la que tuve desde lo alto del talud, cuando fui a buscar el jersey. ¿Pudo mi subconsciente, en el momento de mirar el espejo, "horadar" el futuro y darme la imagen que mis ojos captarían tres días después? Casi se acerca más a la explicación que da mi hermano. Creo que nunca resolveré el misterio. Pero tengo mi jersey guardado en un cajón.

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